EL DÍA DE LA NANA, ¡PORFA…!

  • EL DÍA DE LA NANA. ¡PORFA...!
  • Por Álvaro Podestá N.
  • (Del libro "Cuentos de leche")

  • Si hay un día de la madre, un día del padre y un día del niño. ¿Por qué no hay un día de la Nana?
  • Si su día existiera, yo achurrascaría a la mía y le diría que ¡feliz día y feliz noche!, y le regalaría una tarjeta con estrellas, nubes y angelitos, para que supiera que la quiero hasta el cielo.

  • Entonces, con los ojos achinados y las mejillas brillando de la alegría, ella me invitaría a pasear por el barrio. Tomadas del brazo nos veríamos como un dulce de gomita gigante y un pajarito que se llama chincol.

  • — ¡Chao, chao!, —le diríamos al verdulero, al panadero y muy especialmente a la señora de las cocadas.

  • Y cuando fuéramos a cruzar una calle, ella me advertiría que: “pare, mire y escuche, y luego atravesaríamos y yo corretearía hasta quedar con la lengua afuera. Entonces saltaría a sus brazos y ella me llevaría como si fuera una locomotora a vapor.

  • — ¡Ésa es mi Nana! ¡La mejor del mundo!

  • Si su día existiera, prenderíamos la radio del living y bailaríamos merequetengue, como cuando mi papá no está en la casa. Moveríamos las caderas y nos pondríamos una mano en la cintura y jugaríamos a que tenemos una rosa roja en el pelo. Luego ella me pondría un dedo en la cabeza y yo daría vueeeeltas y vueeeeltas, y cuando ya no pudiéramos más de cansadas… nos dejaríamos caer como bombitas en un sillón.

  • Después haríamos un picnic en la alfombra y ella transformaría una simple naranja, en una naranja a la que le sacas una tapita y te la comes con cuchara y azúcar… así es que no necesitaríamos ni tortas ni pasteles para celebrar su día.

  • — ¡Ya! —Me diría—, preparando el terreno para que me fuera a dormir y yo le respondería que:

  • —”Mi mente es más fuerte que tu mente”, —para hipnotizarla y seguir jugando a las adivinanzas.

  • Con un “voy y vuelvo”, ella iría entonces a la cocina y aparecería con una bandeja escondida detrás de la espalda, y sería como si me hubiera adivinado el pensamiento, pues traería justo los fideos con unas gotitas de aceite y queso rallado, que yo desearía comer.

  • — ¡Deli!

  • Después de cenar me pondría “manos arriba” y me embutiría el camisón y al asomar la cabeza yo le diría ¡guá!, y ella daría un saltito con la misma sonrisa de pasta de dientes de todas las noches.

  • Por la mañana me perseguiría por toda la casa para ponerme las calcetas de abeja a rayas y las zapatillas, y yo patalearía como si estuviera chapoteando en el agua.

  • — ¡Qué paciencia! ¿No?

  • ¡Por eso las Nanas deberían tener su día! O mejor una semana entera. Así podrían desfilar en carros decorados con flores y saludar como las reinas al pasar. Y dar saltitos de emoción por los fuegos artificiales.

  • — ¡Ay, qué lindo sería!

  • — ¡Pucha! ¿Por qué no hay un día de la Nana? ¿Te imaginas a los niños y niñas cantándoles a su paso a la nanita nana, nanita nana, nanita ea?

  • —Señores Encargados de los Días del Mundo, a nombre de todos los niños y niñas del planeta, les pido que antes de que nuestras Nanas se pongan viejitas, creen un día especial para ellas. Podría ser un día antes o después de la Navidad o cualquier día que esté desocupado y que sea muy bonito y soleado.

  • ¡Nuestras Nanas se lo merecen!

  • Y mi Nana, ¡que es la reina de las Nanas!, con mayor razón.

  • Cuando yo sea grande, ella va a cuidar a mis tres hijos, y si los quiere tanto como a mí, le voy a besar las manos y la frente.

  • —Señores Encargados de los Días del Mundo… el día de la Nana… ¡Porfa…!

  • FIN